25 Por eso, también puede salvar para siempre a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos.
26 Jesús es el sumo sacerdote que necesitábamos tener: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y exaltado por encima de los cielos. 27 No es como los otros sumos sacerdotes, que diariamente tienen que ofrecer sacrificios, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo. Jesús hizo esto una sola vez y para siempre, cuando se ofreció a sí mismo. 28 La ley nombra sumos sacerdotes a hombres débiles; pero el juramento, que es posterior a la ley, nombra sumo sacerdote al Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre.
El mediador de un nuevo pacto
8 Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que el sumo sacerdote que tenemos es tal que se sentó a la derecha del trono de la Majestad en los cielos. 2 Él es ministro del santuario, de ese tabernáculo verdadero, levantado por el Señor y no por los hombres. 3 Todo sumo sacerdote es designado para presentar ofrendas y sacrificios, y por eso es necesario que también tenga algo que ofrecer. 4 Si estuviera sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, porque aquí ya hay sacerdotes que presentan las ofrendas de acuerdo con la ley. 5 Estos sacerdotes sirven a lo que no es más que modelo y sombra de las cosas celestiales, tal y como se le advirtió a Moisés cuando iba a levantar el tabernáculo: «Ten cuidado de hacer todas las cosas según el modelo que se te ha mostrado en el monte.» 6 Pero nuestro Sumo Sacerdote ha recibido un ministerio mucho mejor, pues es mediador de un pacto mejor, establecido sobre mejores promesas.